El 1º de febrero de 1810 se publica en Buenos Aires el Correo de Comercio de Buenos Aires, constituyendo el primer periódico fundado por hombres que representaban el pensamiento de la Revolución de Mayo.
Su director fue Manuel Belgrano. En sus páginas se observa la importancia de la educación en el país y de la mujer, entre otras cosas.
Desde el Correo de Comercio se difundían las normas y resoluciones que regían el comercio y con el tiempo se pudo observar que se había preparado el terreno de la revolución de mayo, difundiendo ideas independentistas y predicando la causa patriótica.
El 5 de abril de 1811 tuvo su última aparición. Se hizo referencia a que no era conveniente seguir ante la vigencia de La Gaceta fundado por Mariano Moreno.
Cabe destacar que en el marco del lanzamiento del primer sello editorial del Ministerio de Economía: “Manuel Belgrano”, el Centro de Documentación e Información, pone a disposición de todas y todos la lectura de autores relevantes que marcaron la historia nacional, trabajos sobre debates económicos y obras inéditas de investigadores contemporáneos.
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El Segundo Plan Quinquenal de 1952 se llevó a cabo en el segundo mandato del general Juan Domingo Perón (1952-1955). Originalmente su duración se extendía hasta 1957, pero tras el golpe de Estado en Argentina de septiembre de 1955 el plan fue abortado.
Durante este período, Perón hizo hincapié principalmente en fomentar las inversiones de capitales extranjeros en la industria y los sectores energéticos. Las principales medidas fueron: aumento de las importaciones, intento de crecimiento en el sector de la industria pesada y liviana, transferencia de la mayor parte de los subsidios y los créditos industriales al sector agrícola y ganadero, restricción parcial del consumo de la población, el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (I.A.P.I.) compraba las cosechas a un precio mayor que el internacional y subsidiaba al campo además de comprarle sus productos para exportarlos.
Quedaron a cargo del Estado las tareas de venta de los saldos exportables de la producción nacional y de compra de los combustibles, materias primas y bienes de capital que requiriera el desarrollo agropecuario, industrial y minero del país. En relación al comercio regional, el Estado debía encarar las tratativas con las naciones latinoamericanas teniendo en cuenta la necesidad de complementación entre las economías nacionales y de defensa conjunta de sus intereses. Asimismo, en el conjunto de relaciones comerciales con países de la misma región y de otras y ante los organismos económicos internacionales, el Estado debía defender los siguientes principios: las relaciones económicas internacionales sólo podían realizarse plenamente entre naciones libres; el comercio internacional debía contribuir a la independencia económica dentro del marco de la cooperación.
Las ramas industriales privilegiadas en esta segunda etapa del proceso de sustitución de importaciones, del segundo plan quinquenal fueron la automotriz, la petrolera y petroquímica, la química, la metalúrgica y la de maquinarias eléctricas y no eléctricas, orientadas a ser industrias de base para el país. Las inversiones se orientaron hacia el aprovechamiento de las posibilidades que ofrecía un mercado interno protegido. El sector agropecuario se modernizó: a partir del desarrollo de la industria siderúrgica y petroquímica, se impulsó la tecnificación y la provisión de fertilizantes, plaguicidas y maquinarias, de forma que se hizo incrementar la producción y productividad agropecuaria.
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La historia del Petróleo en Argentina comenzó cuando apareció el primer yacimiento de hidrocarburo en Comodoro Rivadavia el 13 de diciembre de 1907.
Corría el año 1903 cuando llegó a Comodoro Rivadavia una máquina perforadora enviada por la Dirección de Minas, Geología e hidrología de la Nación en búsqueda de agua, tras alcanzar estérilmente los 172 metros de profundidad, se dio por vencida al no tener resultados positivos.
En 1906 desembarcó en la ciudad una nueva máquina para reiniciar la búsqueda de agua, un equipo Fauck traído de Alemania por iniciativa de Julio Krause, jefe de la Dirección de Minas de la Nación. Se ubicó la perforadora a unos tres kilómetros al norte del cerro Chenque previo estudio de los suelos. En marzo de 1907 comenzó a perforar. Entre los trabajadores estaban José Fuchs y Humberto Beghín. Pasaron varios meses de infructuosos intentos. Se llegó a los 500 metros bajo tierra, pero el agua no brotaba. Krause dio orden de pasar el límite de la máquina.
El 12 de diciembre de 1907 comenzó a salir un líquido aceitoso, burbujeante, con olor a kerosene. En la mañana del día 13, el equipo continuaba perforando y al llegar a los 540 metros de profundidad comenzó a surgir una “materia viscosa”. Inmediatamente se comunicó, vía telegráfica, la novedad a Buenos Aires, cambiando así la historia económica, política y social de la Nación.
Quince años después, Hipólito Yrigoyen fundó Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), primera empresa encargada de la extracción y tratamiento del petróleo. El General e Ingeniero Enrique Mosconi estuvo a cargo de aquella empresa estatal, habiéndose nombrado presidente de la petrolera por el presidente de la República Marcelo Torcuato de Alvear.
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Con la asunción del presidente radical Raúl Ricardo Alfonsín, el 10 de diciembre de 1983, Argentina volvió a vivir en democracia. Atrás quedaban siete largos años de una dictadura cívico-militar sangrienta, de las más violentas que conoció Latinoamérica. Secuestros, torturas y desapariciones que se sumaron a un descalabro económico y a un retroceso en materia de derechos civiles sin precedentes.
Esa Argentina del retorno a la democracia exhibía familias diezmadas por la dictadura y una economía en crisis: recesión, una inflación del 20 % mensual y una deuda externa que se había multiplicado.
Otro foco de tensión era el de los militares, una relación difícil que condicionó varios actos de gobierno del nuevo presidente.
Aquel 10 de diciembre, a las 8.30 en punto, comenzó la sesión en el Congreso. Alfonsín y el vicepresidente electo, Víctor Martínez, juraron ante la Asamblea Legislativa.
Luego Alfonsín se dirigió a la Asamblea. Abrió una carpeta, acomodó las hojas, se puso los anteojos y empezó su discurso. Sólo leyó 28 de las 74 páginas. El resto pidió que fuera incorporado al Diario de Sesiones.
El discurso fue interrumpido por aplausos de todas las bancadas en varias ocasiones. Se puede resumir su alocución en la frase que provocó la primera ovación. Simple, contundente y necesaria: "Vamos a ser un gobierno decente".
Luego del Congreso llegó el primer momento épico del día. A contramano, bajó por Avenida de Mayo hacia la Casa de Gobierno. En el Cadillac descapotable, escoltado por decenas de granaderos a caballo, con su esposa María Lorenza Barreneche de pie al lado suyo, Alfonsín saludó a las miles de personas que se acercaron a verlo.
En la Casa Rosada fue el momento de la entrega de atributos. En una ceremonia sobria, formal y breve, en la que apenas hubo margen para unas risas tibias, Reynaldo Bignone, el último dictador, entregó el bastón y la faja presidencial.
Luego, Alfonsín tomó juramento a sus primeros ocho ministros: Antonio Tróccoli (Interior), Bernardo Grinspun (Economía), Dante Caputo (Relaciones Exteriores), Roque Carranza (Obras y Servicios Públicos), Raúl Borrás (Defensa), Antonio Mucci (Trabajo), Aldo Neri (Salud y Acción Social) y Carlos Alconada Aramburú (Educación).
De allí, Alfonsín se dirigió al Cabildo. El balcón principal desbordaba de gente. Entre ellos se abrieron paso el flamante presidente y Víctor Martínez. La multitud bramó. Alfonsín, entonces, habló en primera persona del plural. Se refirió a "todos". Y en su primera frase advirtió que vendría una etapa dura, difícil pero que el deber de todos era trabajar por asegurar la libertad y las condiciones de vida dignas en el país.
Habló de la vida, de la justicia, de la dignidad.
El cierre de esos ocho minutos históricos fue con el recitado del preámbulo de la Constitución Nacional, la fórmula que había empleado durante la campaña electoral que lo llevó al triunfo.
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